Raymundo “Ray” Barretto Pagán, nació en Brooklyn, New York, el 29 de abril de 1929.
Hijo de Ramón Barretto y Dolores Pagán, naturales de Aguadilla, Puerto Rico; pertenece a la generación de boricuas que surgieron en New York, y se conocen como “neoyoricans”: hijos de puertorriqueños que no conocían la Isla.
Su padre abandona el hogar y se regresa a Puerto Rico cuando Ray apenas tiene seis años, por lo que a su madre, Doña Lola, queda sola en la tarea de la crianza de sus hijos Ray, Ricardo y Cecilia. Su infancia y parte de su juventud las pasa entre las calles del Harlem Español y el Bronx, escuchando música latina por la mañana y jazz por la noche.
"Mi madre luchó fuertemente para mantenernos lejos de las drogas y la criminalidad. Alquiló un cuarto en el apartamento para darnos de comer. Y según mi recuerdo, la música popular era para ella un medio de escape de la realidad de la pobreza y le fortalecía su espíritu para seguir luchando", recordó Ray.
Celia Caridad Cruz Alfonso nació en el barrio de Santos Suárez de La Habana el 21 de octubre de 1924, si bien algunas fuentes señalan su nacimiento cuatro años antes, y otras en 1925, datos todos ellos de difícil comprobación dada la persistente negativa de la estrella a confesar su edad. Segunda hija de un fogonero de los ferrocarriles, Simón Cruz, y del ama de casa Catalina Alfonso, Celia Cruz compartió su infancia con sus tres hermanos (Dolores, Gladys y Barbarito) y once primos, y sus quehaceres incluían arrullar con canciones de cuna a los más pequeños; así empezó a cantar.
Su madre, que tenía una voz espléndida, supo reconocer en ella la herencia de ese don cuando, con once o doce años, la niña cantó para un turista que, encantado con la interpretación, le compró un par de zapatos. Con otras canciones y nuevos forasteros, la pequeña Celia calzó a todos los niños de la casa. Después se dedicó a observar los bailes y las orquestas a través de las ventanas de los cafés cantantes, y no veía la hora de saltar al interior.
Sin embargo, sólo su madre aprobaba esa afición; su padre quería que fuese maestra, y Celia, no sin pesar, intentó satisfacerle y estudiar magisterio. Pero pudo más el corazón: cuando estaba a punto de terminar la carrera, la abandonó para ingresar en el Conservatorio Nacional de Música. Ya por entonces cantaba y bailaba en las corralas habaneras y participaba en programas radiofónicos para aficionados, como La Hora del Té o La Corte Suprema del Aire, en los que obtenía primeros premios tales como un pastel o una cadena de plata, hasta que por su interpretación del tango Nostalgias recibió un pago de quince dólares en Radio García Cerrá.
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